lunes, 14 de septiembre de 2009

Espera aclaratoria

INT. PUERTA DE ATOCHA. MADRID. ATARDECER

LAURA (32) entra en el jardín botánico de La Puerta de Atocha. Morena, pelo corto, ojos marrones, tiene el aspecto de una persona que quiere pasar desapercibida. Su andar es lento, tímido, mira hacia los asientos que se sitúan a un lado del jardín. Ve un hueco libre y se encamina hacia allí para sentarse y mirar hacia la parte de llegadas de la estación donde los viajeros y viandantes llenan la estación. A esa hora el lugar es un hervidero de movimiento. Son las 5:15 de la tarde.

Abre un libro y comienza a leer pero no deja de mirar a su alrededor como esperando que aparezca alguien.

Un HOMBRE (54) y una MUJER (52) sentados a su lado unos asientos a su derecha juegan a cartas. Llevan dos grandes bolsas de cuadros como las que venden en los chinos y que los top-manta usan para acarrear sus mercancías. Su aspecto es desaliñado, pelo lacio y sucio, sus ropas viejas están más o menos limpias. Todo hace notar que son una pareja de sin techo pero en sus rostros se puede leer mucha dignidad.

Al otro lado de Laura está BASILIO (63) que no ha dejado de mirarla desde que entró a la estación. BASILIO es un hombre alto, pelo cano peinado hacia atrás con mucho esmero, ropa vieja pero limpia y bien planchada que se compone de un traje de pantalón azul oscuro con las rodilleras y coderas desgastadas, camisa azul clara con los cuellos rozados por el uso. La barba rebelde pugna por salir aunque se note que es un hombre pulcro de afeitado diario. Mantiene su rostro serio y observa como LAURA alterna su mirada del libro a la zona donde salen los viajeros, denotando claramente que espera a alguien importante para ella.

ROSARIO (56) entra desde la calle, por donde antes entró LAURA, empujando un carrito de la compra del que sobresalen bolsas llenas de ropa y forrado con unos cartones atados para evitar que se caigan. Viste abrigo negro hasta los pies, sucio y viejo, tiene el pelo cano, largo, graso al igual que su poblada y desarreglada barba.

Se detiene frente a BASILIO y se sienta a su lado
Justificar a ambos lados
ROSARIO
Qué Basilio ¿a echar la tarde? ¿Tenemos hoy ganas de hablar? Y mira que eres señorito eh? ¡Con la raya del pantalón tan bien planchada! Tu lo que tienes es una queridita por ahí, venga, suelta algo, ¡cuenta donde duermes todas las noches! ¿Cómo es esa doña que tan bien te trata?


BASILIO mira a ROSARIO fijamente para, seguidamente, darle la espalda y seguir mirando a LAURA que no se ha percatado de la conversación ni de su presencia.

ROSARIO (dándose cuenta que no iba a conseguir nada)
Bah… pues tú te lo pierdes


ROSARIO tras darle la espalda también a BASILIO saca un cartón de vino y da un buen trago.

LAURA apoya el libro en su regazo y suspira. Vuelve a mirar el reloj, son las 5:30 de la tarde y por la megafonía anuncia la llegada de un tren

(Megafonía de Atocha)
Ave procedente de Barcelona ha efectuado su entrada en la estación…

LAURA, nerviosa, se levanta para controlar la marea de gente con maletas. Pasan por delante de ella, otras salen por la puerta lateral hacia la parada de taxi… Hay unos minutos de actividad frenética de viajeros y LAURA busca sin parar a alguien que no aparece. En unos instantes todo parece volver a la normalidad aunque no deja de pasar gente.

LAURA decepcionada, aturdida, no sabe qué hacer. Da dos pasos hacia atrás y se derrumba en la silla. Tiene los ojos llorosos.

BASILIO se levanta y se acerca hacia ella sentándose en el asiento contiguo

BASILIO (tímido)
Hola… me llamo Basilio


LAURA no dice nada, solo le mira como si no lo viera

BASILIO (sin percatarse de ello)
¿Sabe? Yo trabajé muchos años de mayordomo para un gran señor… era abogado…


ROSARIO se da la vuelta y mira alucinado a BASILIO, abre la boca como para decir algo pero decide callar y escuchar la conversación. La pareja que juega a cartas también se ha percatado del milagro del habla de BASILIO y dejan de jugar para escuchar atentamente

BASILIO
Si, mayordomo, ahora eso ya no se lleva, pero antes… antes era otra cosa. Trabajaba con el señor desde que cumplí los 22. Día y noche. Dormía en un cuarto del servicio. No he conocido otra cosa más que eso. Álvaro era… perdón, el señor era único, puede que un poco engreído pero conmigo no. ¿Sabe? Descubrí en los últimos años que le gustaba escribir poesías (su cara marca un gesto irónico).
Estuve en su casa casi 40 años de mi vida. Allí trabajé como su mayordomo, su asistente personal y… (en voz más baja) como su amante

LAURA le mira curiosa, se ha limpiado las lágrimas y comienza a mostrar interés, al igual que el resto de los que se sientan cerca de ellos

BASILIO
Si… su amante. Fue algo espontáneo. Yo tuve mis aventuras con mujeres pero nunca llegué a nada, bueno a punto estuve de casarme con Ángela. Era preciosa. Una mujer cariñosa, confidente, hacendosa, con la que mantuve un noviazgo formal.
Cuando le comuniqué a Álvaro mi intención de casarme con Ángela tuve que anular mi compromiso.
Me sorprendió la reacción del señor. Se levantó de la mesa del despacho para colocarse frente a mí, me abrazó y me besó en la boca. Pero no me asusté, ni me resultó incómodo. No. Fue algo mágico, nada que ver con los fugaces besos que me daba con Ángela a la puerta de su casa. Quise detener el tiempo en ese mismo instante y… ojala lo hubiera hecho. No por Ángela que en seguida consiguió otro novio mucho mejor que yo, sino por todo lo que vino después.

Mientras habla alterna su mirada del rostro de LAURA a las copas de los árboles del pequeño jardín botánico, como si viera los recuerdos de los que habla

BASILIO
Nuestra relación, si podemos llamarla así, siempre fue oculta, nadie podía saberlo. En aquella época, te imaginarás, la homosexualidad era lo peor, una enfermedad, un pecado mortal y Álvaro era muy religioso, conservador… de cara a la galería

Tuvimos días de ensueño en los que no salíamos de la habitación o temporadas en las que parecíamos una pareja. Era feliz, me trataba como su igual, pero los sueños siempre acaban con un despertar y, en mi caso, los despertares eran horribles.

Cuando nos disfrazábamos él con su traje de abogado y yo con el de su empleado las distancias eran abismales. Al principio me costó acostumbrarme pero el hombre es como los animales, aprende a sobrevivir en el lugar en que le toca en suerte.

LAURA (ya totalmente atrapada por el monólogo de BASILIO)
¿Y así estuvo muchos años?

BASILIO mira a LAURA con sus ojos cansados y observa que las lágrimas de LAURA han desaparecido. Sonriendo coge una de las manos de LAURA y la aprieta fuerte

BASILIO
Muchos, chiquilla, muchos. El amor es un arma de doble filo, cuando es dulce y sereno o apasionado y tórrido un minuto te dura para toda la vida. Pero cuando aparece la decepción, la desdicha, el desprecio, el miedo… te juras que dejarás de querer pero… no se puede ¿tengo razón?

LAURA agacha la mirada hacia las manos entrelazadas de los dos y aprieta más fuerte

LAURA (mirándole a los ojos)
No se puede, no…

BASILIO
Álvaro no me quiso o quizá sí pero había crecido con los prejuicios que le inculcaron de niño y amar a un hombre que además está a tu servicio nunca le hizo sentir cómodo. A mi también me costó, darte cuenta que lo que te gustan son los hombres… pero es que mi hombre era algo tan grande que me olvidaba de todo. Solo estaba él.

Sé que tuvo otros amantes pero no me importó. Yo le amaba tanto que hacía como si no me diera cuenta. Otra cosa eran las mujeres…

Necesitaba una esposa, hijos a los que legar su herencia, su nombre, su honor. Una vida normal de puertas para afuera. Eso le daría prestigio y acallaría las críticas de su círculo social.

(Su mirada se endurece y suelta las manos de Laura)

Pero eso sí que no lo soportaba. Saber que terminaría con una mujer a la que no amaría, solo por aparentar y que además esa mujer invadiría nuestro núcleo de tranquilidad, nuestra propia isla desierta, me ponía furioso.

No me gustaron ninguna de las mujeres que fue conociendo para ser su esposa pero mucho menos me gustó Claudia con la que terminó casándose. Una mujer altiva, soberbia y de ningún buen sentimiento. Se lo hice ver a Álvaro pero Claudia era de muy buena familia y su matrimonio le haría subir muchos enteros. Y total, como iba a ser una farsa ¿qué más daba con quien se casara?

Así era Álvaro. No le importó que Claudia me odiara y buscara la forma de hacerme la vida imposible para que me fuera. Aunque creo que no le dimos motivos ella siempre sospechó que había algo entre nosotros.

Los años fueron pasando y me iba haciendo a la idea de cual era mi sitio. Fue duro, muy duro, aun cuando Álvaro me “regalaba” pequeños momentos en mi habitación. Lloraba la mayor parte del tiempo entre mis brazos, nunca supe si era porque se sentía culpable por su esposa, por la trampa en la que vivía o porque me echaba de menos.

En todo ese tiempo logré sobrevivir a todo lo malo que a la arpía de su mujer se le iba ocurriendo. Como recompensa me quedaba la satisfacción de saber que, aunque ella era su esposa, con quien se acostaba era conmigo.


BASILIO se quedó en silencio con una sonrisa pícara que le hacía rejuvenecer. LAURA mantenía la atención, no quería interrumpirle y le deja con su silencio que abruptamente rompe ROSARIO

ROSARIO

¿Y entonces que pasó? ¡No te pares ahora que estoy en ascuas!

BASILIO se da la vuelta para mirar a ROSARIO como si se acabara de dar cuenta de su presencia. Vuelve la mirada a LAURA

BASILIO
La vida familiar era tranquila, habían tenido 2 hijos que eran para mi una alegría pero Claudia estaba más insoportable que de costumbre. Seguía a Álvaro por todo la casa recriminándole su apatía, su falta de atención para con ella y Álvaro la ignoraba cada día más. Era una situación que, incluso a mí, que aprendí a odiarla con mucha más indiferencia, me dolía

Una noche Álvaro se presentó en mi habitación como iba haciendo casi todas las noches desde que su esposa y él dormían en habitaciones separadas. Lo había convertido en una costumbre y lo que ocurre con las costumbres es que olvidas las cosas más evidentes que, en nuestro caso, había que tener muy en cuenta

LAURA abrió más los ojos intuyendo lo que BASILIO iba a contar. La MUJER, que junto al HOMBRE hacía rato se habían acercado más a BASILIO y LAURA, no pudo reprimir una exclamación de asombro

BASILIO(cerrando los ojos)
Si… efectivamente… Claudia entró en la habitación en el peor momento y comenzó a montar un espectáculo digno de esos culebrones venezolanos.

Así terminó mi historia con Álvaro y mi trabajo y dedicación de tantos años.

BASILIO cierra los ojos y se recuesta en el asiento. Mete su mano en la chaqueta y saca un papel doblado, muy manoseado y medio roto. Se lo da a LAURA mirándola a los ojos

BASILIO
Cuando Álvaro me comunicó, llorando, que tenía que irme de esa casa, me entregó este poema “Lo he escrito para ti” me dijo. Siempre menospreció mi educación, cuando leí el poema me dí cuenta y definitivamente abrí los ojos… Ahora que esta historia ya no me pertenece solo a mí, te lo entrego. A mi ya no me hace falta.

Chiquilla… no me arrepiento de nada, de nada de lo que sentí porque la vida nos da oportunidades y elegimos a veces ciegos, a veces cuerdos lo que creemos que debemos hacer. He terminado en la calle, solo, le he dado mi vida a alguien que seguro pensará en mi pero que me abandonó a mi suerte. Pero amé… aunque si volviera para atrás…

BASILIO sacude su cabeza levemente como queriendo quitarse pensamientos ahora inútiles. Suspira, se levanta, sacude sus pantalones y abrochándose la chaqueta avanza hacia las puertas de acceso a la parada de taxi con paso firme y seguro.

LAURA lo mira irse sin decirle nada y cuando BASILIO desaparece de su vista, parece percatarse de dónde está. Mira a ROSARIO y luego a la MUJER y el HOMBRE que mantienen fija su mirada triste, comprensiva en la puerta por la que se ha ido BASILIO. LAURA se levanta y se encamina a la salida por donde entró cuando el reloj marcaba las 5:15.

EXT. PUERTA DE ATOCHA. MADRID. ATARDECER

LAURA está en la calle, atrás quedan las puertas de acceso a la estación. Desdobla el papel que le ha entregado BASILIO para leerlo. La expresión va cambiando y las lágrimas caen por su rostro

(En la imagen del papel arrugado y viejo se leen los primeros versos)

Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».*


Apoyada contra la pared LAURA llora por ella y por BASILIO. De repente se asusta y lleva su mano al bolsillo de su pantalón. Se oye la vibración del móvil y luego la melodía de una canción de moda. Lo saca y mira la pantalla.

(Imagen de la pantalla del móvil)

Miguel Barna


LAURA se limpia las lágrimas con rabia manteniendo el móvil frente a su cara. Pulsa el botón de colgar la llamada, lo mete de nuevo en su bolsillo del pantalón y se aleja de la estación.




* Poema 20... Puedo escribir los versos más tristes está noche... Pablo Neruda
Foto, Puerta de Atocha, Estación de Atocha. Madrid

7 comentarios:

Avellaneda dijo...

Pues nada, una entrega más de Escenas de Vida... Cómo me cuesta publicar algo aquí... tengo "escenas" empezadas, situaciones que me gusta poner como un guión pero no terminan y claro así como que no se puede...

Esta escena empezó con una necesidad de ponerle historia a esas personas transparentes que se sientan en la estación de Atocha y la cosa se fue liando hasta que salió esto
¿Y si alguien nos aclarara que estamos (momentáneamente) ciegos?

AnaM.M.N dijo...

Pues a mi me atrapó y conmovió,tambien, la historia de Basilio.Y como has ido desgranándola.Sin dramatismo, sin eufemismos , como....una escena de vida.
Y es posible que estemos algo ciegos, o miopes,pero...no en el caso de esta autora.

Me ha encantado,Merche.

Un beso

Avellaneda dijo...

¿Has comprobado alguna vez la soledad de una persona? es algo claro cuando, sin conocerte de nada, te va contando una historia, o SU historia porque no tiene a nadie que la escuche o a quien le importe... Eso pienso cuando veo a los que pasan horas sentados con todas sus pertenencias y la mirada perdida... la de cosas que tendrán que contar, sus vidas, sus dolores... aunque no hace falta ser sin techo para sentirse solo y tener necesidad de hablar

Gracias por tu comentario Ana. Un besazo

Tamara dijo...

La soledad macera las mejores historias. Es curioso cómo, a veces, va y te pilla la locuacidad con un desconocido. Muchas veces son los que no te conocen, los que mejor escuchan. Es una escena muy tierna, y además atrapa desde el principio, se lee con avidez.
Me ha gustado mucho.
Besos.

Avellaneda dijo...

Muchas gracias por tus palabras Tamara, lo que comentas es totalmente cierto, a veces un anónimo es el mejor diván para soltar lastre...
Un beso gordo amiga!

Maxwell Walt dijo...

Comencé leyendo la historia como leo cualquier historia, hasta que los modales de Basilio me llamaron la atención. Me atrapó aun más algo tan sencillo como mirar a alguien tan concentradamente, tenga uno, intenciones o no, con esa persona.
En todo hay metría, hay historia.
Como dicen hay gente que cuenta historias desde la soledad, otros por ejemplo, siempre tienen algo que contar. Pero se a que haces referencia con la comprobación de la soledad de una persona.

Muy atrapante y emotivo. Me ha gustado mucho!

Beso enorme!!!

Avellaneda dijo...

Muchas gracias Maxwell por tu comentario!... que esto lo tengo muy abandonado y me recuerdas que tengo que ponerme a ello
Besos